El espacio cultural “La Ventana de la Apolonia”
continua sorprendiéndonos y nos presenta en esta ocasión la obra de Paz
Santos, artista aunque soriana, afincada en Madrid, menos conocida en
nuestra ciudad que fuera de ella.
En esta ocasión, Paz Santos retoma elementos e
inquietudes ya manifestados con anterioridad en sus exposiciones
“Utopos” (Círculo de Bellas Artes, Madrid, 1999) y “Entre ventanas”
(Centro Cultural Villa de Móstoles, 2000) e introduce otros nuevos
acordes con el espíritu del espacio cultural de “La Ventana de la
Apolonia”, adaptando e integrando de manera absoluta la instalación que
nos ofrece con el mismo, que entra a formar así parte de la obra
llevando al máximo la siempre deseable interrelación entre obra
expuesta y espacio expositivo.
La imprescindible interrelación entre la obra y el
espectador también alcanza su máxima expresividad en la instalación. La
obra permanece oculta en el espacio de “La Ventana de la Apolonia”
tras una especie de puerta. El acceso visual a la obra se realiza a
través de una mirilla y algunos agujeros practicados en el cierre. La
mirilla, al contrario de las mirillas habituales, permite mirar de
fuera hacia dentro, al igual que los orificios. El espectador debe
implicarse y tomar una actitud activa, no basta con ver, hay que
mirar. La percepción del interior, distorsionada por la mirilla y
parcelada por los diversos orificios obliga al espectador a una
reconstrucción mental de la instalación, hasta que esta se muestra de
forma completa, tras varios días de exposición, cuando se retire el
cierre de “La Ventana “.
En el interior la instalación nos muestra un laberinto, un “bosque” de marcos y varillas, cristales de colores, que conforman un espacio mágico en el que se encuentran piezas de pequeño tamaño con figuras humanas y un libro (“Poesia”).
La autora juega así con los conceptos de interior y exterior. Nos permite acceder a su espacio interior inicialmente con limitaciones y con participación activa por nuestra parte para finalmente abrirse totalmente e integrarnos en su obra permitiéndonos ser parte de la misma.
En el interior la instalación nos muestra un laberinto, un “bosque” de marcos y varillas, cristales de colores, que conforman un espacio mágico en el que se encuentran piezas de pequeño tamaño con figuras humanas y un libro (“Poesia”).
La autora juega así con los conceptos de interior y exterior. Nos permite acceder a su espacio interior inicialmente con limitaciones y con participación activa por nuestra parte para finalmente abrirse totalmente e integrarnos en su obra permitiéndonos ser parte de la misma.
J. J. Ruiz Ezquerro
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